Tuesday, July 15, 2008

Sauce lloron

Alguna vez cuando era chico me hice amigo de un sauce lloron. Yacia a pocos metros de casa, al borde de la calle, inaugurando un camino poco transitado que huia del vecindario. Su tronco estaba ligeramente inclinado, lo que hacia que sus ramas cayeran mas que lagrimas como largos dedos verdes que casi arañaban el suelo. Era una caverna de hojas desde la que me gustaba contemplar la vida con un regocijo mayor al habitual.
No habia tarde de verano en la que yo no estuviera reposando somnoliento y aburrido sobre sus raices, o trepado a alguna de sus ramas.
Con el no tenia secretos. Le contaba todos mis sueños y mis lamentos, y el respondia con un murmullo fresco de sus largas hojas. Le hablaba de mama, de papa, de la escuela; le confesaba lo mucho que me atraia una compañera y de cuanto deseaba invitarla a salir algun dia. Pensaba en llevarla a casa a conocer mi arbol de la suerte, pero me preocupaba que fuera propensa a segundas interpretaciones.
Con mi papa soliamos compartir su sombra en esos dias anonimos, en los que nada podia ocurrir. Pero el venia luchando desde hacia tiempo con un sindrome neurologico rarisimo y ahora agonizaba en el hospital. Mi mama se habia hecho cargo de la casa y tenia que trabajar en doble turno para poder mantenernos y pagar el tratamiento, asi que la mayor parte del dia yo me quedaba solo, apoyado sobre la corteza, impotente.
Una tarde volvia de la escuela y mama me esperaba en la puerta, sentada en el cobertizo. Me tomo de los hombros y me dijo conmovida que mi papa habia muerto. Despues llegaron el velatorio y el entierro, y el consuelo de abuelos y tios que me mirabas horrorizados. Cuando volvimos a casa mama me dijo que venderia el terreno y que nos iriamos a otro pueblo, para afrontar los gastos, lejos del pasado y de mi arbol. No se si era porque ya estabamos acostumbrados a lidiar con la enfermedad de mi papa, pero en ninguno de esos momentos llore. No queria hacerlo, un orgullo subito y pueril me lo impedia. Por dentro, en mi inocencia, temia que papa se enojara conmigo, que pensara que no podria soportar su ausencia. A mama le llamaba la atencion que no pudiera elaborar el duelo y comenzo a mandarme a un psiquiatra. Sin embargo yo seguia indiferente del mundo, de la escuela y de mi familia. Llegue a ir de tres psiquiatras distintos en unos meses, sin demasiado progreso.
Un sabado, poco antes de mudarnos, llegaba de jugar al futbol con mis amigos y me lanze, exhausto, dentro del arbol. Recorde que con papa haciamos lo mismo cada vez que volviamos del club. Nos tirabamos ahi, bajo el amparo de su brisa redentora, riendo por nada. A veces los momentos elementales de la vida pueden ser de los mas trascendentes. Me arrodille, mire hacia la casa por entre la cortina de ramas del sauce, y verti mis lagrimas detras de las suyas, donde nadie pudiera verme.