Los dos estabamos una tarde frente al mar, viendo como el asteroide se acercaba a la atmosfera, desintegrandose a si mismo y al futuro en general. Ella lo miraba resignada, y sus ojos se inundaban de lagrimas. -Ahora que todos vamos a morir- me dijo sin quitar la vista del cielo- ahora que ya nada importa, podes estar conmigo para siempre-. Por unos dias, fui el hombre mas feliz en la tierra.

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Era una noche lluviosa de otoño y no tenia mucho que hacer. Estaba tirado en el sofa mirando television, a oscuras y con algunos refrigerios al alcance de la mano. No tenia ganas de nada y ninguna cosa podia remediarlo. Habre dormido una hora o dos. Cerca de la medianoche, me desperto el telefono y atendio la contestadora. Era mi padre. -Me siento muy mal, creo que estoy muriendo-. Su voz sonaba como resquebrajada. Me volvi a dormir. A la mañana siguiente, el sol resplandecia.

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El chico perseguia una gallina por todo el jardin. Intentaba por todos los medios atraparla pero cada vez que se acercaba al animal, fracasaba en su objetivo. En eso llego su abuelo, con una paloma en la mano. El chico la vio y de inmediato quiso sostenerla. Le pregunto porque los pajaros no tenian brazos, y el abuelo le explico que en su lugar tenian alas y que las usaban para volar. El nieto se fue corriendo al galpon. Al rato volvio con un serrucho. Se lo dio al abuelo y, alzando los brazos con mirada decidida, le pidio que se los cortara.