Wednesday, February 20, 2008

Homenaje a Bukowski

A George Lucas, nuestro mas fiel lector, quizas el unico.


No se como me llamaron. Habia hecho el peor curriculum de la historia de la oferta laboral.Tenia media pagina de extension. Solo habia puesto los datos personales, pero no puse ni telefono ni celular, porque hace ya un tiempo que me lo dieron de baja y me lo robo un toba, respectivamente, asi que les di el de mi vecina Esther. En la parte de antecedentes no puse nada, aunque pedian referencias comprobables. Pense que lo unico que podrian comprobar era mi absoluta inutilidad. Puse: "Carezco de experiencia en todo tipo de labor". Y cerre con un "Muchas gracias por su consideracion". Ah, lo hice manuscrito. Y lo mande dos dias despues de publicado, cuando me pude recuperar en un 20, 30 % de una borrachera importante. Me llamaron. Golpearon a mi puerta un viernes muy temprano, a eso de las once. Era Esther. -Carlitos, te llaman por un trabajo, papito- me dijo la vieja recien levantada. Estaba tan pero tan fea, tanto mas de lo habitual, que me dieron ganas de vomitarle encima y neutralizar su olor. Atendi. Era un tal Dr. Locatelli, de no se que mierda de mutual. Tenia una oficina en San Luis y Maipu. -Vengase el lunes, flaco, y arranca ahi nomas-. No sonaba bien.
Y vine. Mis dudas no habian sido en vano. El edificio era viejo y horrible. La oficina era una especie de calabozo en el primer piso con una ventanucha a la calle, y un apartado para el Dr. Locatelli. Y el Dr. Locatelli. Crei haber conocido a toda la poblacion desagradable de esta ciudad, pero tengo que reconocer que lo habia pasado por alto. -Como anda, titan, un gusto-, me dijo sonriendo a lo garca apenas me vio. Ojala pudiera haberle dicho lo mismo. Me explico, mientras masticaba algo, que mi unico trabajo era recibir a los clientes y tomarles los datos en la maquina de escribir. Me aclaro que no habia baño y que si tenia que cagar tenia que ir a la peluqueria de planta baja y decirle a Ernesto, el peluquero, que iba de parte de Locatelli y que tenia que cagar en su baño. Tragó. Me dijo que el ventilador del techo, que parecia una viuda negra con intenciones de enviudar de nuevo, no andaba, y que si andaba, por ahi me arrancaba la cabeza, lo que a esa altura yo lo hubiera considerado un favor. Despues aliso su pelo engrasado hacia atras y con cara seria dijo que hacia "un calor indignante", y se metio al apartado. Nunca mencionó mi paga. Suspiré, era lo mejor que sabia hacer, y me sente en mi escritorio, por llamarlo de alguna manera. Las paredes eran blancas y vacias como mi mente. No habia ni un diploma, ni un almanaque. Lo unico que colgaba era un reloj de plastico enfrente mio, al lado de la puerta, que atrasaba dos horas y veinte minutos. Lo puse en hora y al rato volvio a atrasar. Habia ocho sillas de buffet de hospital, una al lado de la otra, rodeando el escaso perimetro de la oficina, y en torno a ellas, una mesita con dos Semanario y una Pronto. Pense que podria soportarlo. Que era peor quedarme en mi casa tomando cerveza y masturbandome como un animal, viviendo de las sobras de las migajas de la pension de mi padre. Al cabo de una hora, llego el primer cliente. Era un chico pobreton que no llegaba a treinta años, y de mente ni siquiera a los tres. Tenia una remera negra de Nestor en Bloque y unas bermudas. Me dijo que venia a pagar una cuota del prestamo. Le dije que el doctor queria tener un registro mas ordenado de sus clientes y que le iba a tomar unos datos. Me miro con los ojos abiertos como si le hubiera pedido que me la soplara. Se sento timidamente. Para responder a cada pregunta que le hacia le demandaba un enorme esfuerzo. Cerraba los ojos, fruncia la cara como un boludo y respondia de golpe. Lo hizo siempre, menos en su nombre y edad. Pero la cara de boludo la mantuvo. El apellido tambien le costo. Yo no le llevaba mucha ventaja. Sentado frente a la maquina parecia un mono grande y peludo tratando de tocar un pianito, y mis dedos deformes e inutiles se deslizaban con torpeza en cada tecla. Locatelli salio del apartado, habra estado manoseandose supongo, y lo saludo efusivamente con un como le va morocho, tanto tiempo, y lo metio dentro. Yo tenia sed y queria mear, asi que baje un rato a planta baja a ver si podia localizar a Ernesto. En efecto, estaba en su local, barriendo una montañita de pelo. Era un viejo hecho pelota con unos lentes gigantes, y de seguro cortaba para la mierda. Me le rei en la cara cuando me dijo que cobraba tres pesos el corte. Heche la meada, me servi un poco de agua de la canilla en una botella y volvi a la oficina. El chico de casi treinta de cuerpo y casi tres de mente ya se habia ido. Locatelli estaba discutiendo acaloradamente con un tipo de camisa y jean. El doctor le pedia "la plata" y el tipo le decia "la semana que viene, negro, la semana que viene". En eso entro el portero, un indio grandote con cara de desgracia, y se cruzo de brazos por detras de Locatelli. Su pelo era oscurisimo y estaba trenzado hasta la mitad del dorso. -Mira que a Ledesma le gusta cobrar al dia-, le dijo Locatelli al tipo con sonrisa malevola.
Habia una vieja ahi sentada, bah, tendria unos cincuenta pero estaba hecha un sorete, asi que la llame y me puse a tomarle los datos. No me habia dicho ni el apellido cuando Ledesma lo agarro al tipo del cuello y lo tiro para atras, mientra Locatelli le decia cosas al oido. La mire a la vieja, me miro, le sonrei, me sonrio, y segui escribiendo.
Al mediodia tenia hambre y le pregunte a Locatelli que podia comer, y el doctor, mirando el suelo preocupado, me contesto "entrepierna", asi que me fui en ayunas hasta el otro dia. Esa fue mi primera jornada en la oficina, y las que siguieron, y las semanas y los meses que transcurrieron, no tuvieron nada que envidiarle. Un ir y venir de humanidades de toda calaña, un submundo grasiento y abismal al que resignado comprendi pertenecer.
La semana pasada me toco a mi. Le estaba tomando los datos a un taiwanes que no se le entendia ni el nombre, cuando empece a notar una enorme necesidad de cagar. No se que carajo cagaria porque ya casi ni como, pero mi experiencia en la materia me decia que era mucha e inminente. Hice un esfuerzo indescriptible por evitar un desborde y, por ese momento, cedio. Lo deje al taiwanes, que tenia un vigilante en la faringe, y baje a lo de Ernesto. Observe con desamparo que el viejo pelotudo no estaba. No se si se habia ido o se habia muerto, la cuestion era que estaba la puerta cerrada. Sali a la calle buscando una salida decente. Sabia que en cualquier momento una ola gigantesca de mierda arremeteria contra mi playa y yo no tendria ni un salvavidas. Habia un contenedor de basura a mitad de cuadra, y otra posibilidad era cagar directamente en la vereda, pero habia mucha gente, muchas minas. Las mujeres son el gran problema de este mundo. Si no existieran, todo seria menos doloroso. Vi una cortineria en la esquina. Fui sin dudarlo. Cuando estaba llegando, fue como si todo lo que tengo dentro, estomago, intestinos, pulmones, higado, quisieran atravesar todos juntos y al mismo tiempo mi pobre orto. Nunca me habia pasado algo igual. Me pare estatico frente a la vidriera y espere a que pasara el temblor. Pude ver mi cara de sufrimiento reflejada en el vidrio. Milagrosamente, Dios me dio otra oportunidad. No lo merecia, pero me la dio. Entre. Le pregunte a un empleado si podia usar el baño. Me miro obnubilado. Al despertar, me respondio que esperara, que le preguntaria al gerente. Jamas imagine que esa pocilga tuviera un gerente. Vino el gerente, un gordito carente de pelo, y me pidio "cien guitas o nada". Casi me pongo a llorar. El muy piadoso agrego: -Lo ultimo que te puedo ofrecer es soplartela mientras vos cagas-. Juro que lo pense. Volvi trotando al edificio. Mi panza bamboleaba como un seno gigante. Pagaria por verme la cara de boludo que tendria en ese momento. Iba a subir otra vez a la oficina. Cagaria alli, total Locatelli no estaba, y despues limpiaria y seguiria con el taiwanes. Estaba subiendo la escalera y se me ocurrio hacerlo en el descanso. No habia nadie a la vista, no habia un solo ruido que no proviniera de mi colon, asi que cruze los dedos y cague. No recuerdo haber tenido semejante alivio. Pero en mi vida ese tipo de sensaciones se presentan muy esporadicamente y, cuando lo hacen, se vuelan con la mas infima de las brisas. Estaba a la mitad de la evacuacion cuando mi cara de satisfaccion impacto en el rostro inflado e hirviente del portero Ledesma, que ni me dio tiempo de gritar y pedir auxilio cuando ya me habia agarrado de los hombros y me habia tirado 4 o 5 escalones abajo. "-Lo limpie recien, hijo de puta!, lo limpie recien hijo de una gran puta!!!-" me gemia como un oso. Yo mientras seguia cagando, un poco por el miedo y sobre todo por necesidad, y hasta creo que lo cagaba a el tambien, pero no le importaba, me seguia sacudiendo y al final me encajo una trompada en la nariz que me hizo respirar dolor. Quede en el suelo todo cagado y herido. No le basto. Me estaba incorporando con el solo objetivo de irme de ahi, cuando el muy animal me revento el culo de una patada. Volvi a caer, esta vez definitivamente. Lo vi desde el suelo yendose furioso, con la trenzita saltando al viento de un lado al otro. Lo unico a mi favor fue que le quedo el pie todo embardunado.
Estornude sangre durante una semana. A pesar de todo, segui trabajando. Necesitaba la mugre que me pagaba Locatelli y, aparte, Esther me habia curado bastante bien las heridas. Tuve que soportar a cambio su olor a vino y orina y su extrema fealdad, pero valio la pena. Creo que lo hacia con la esperanza de que yo lamiera su vieja vagina, aunque eso era menos probable que ganar el Quini 6 sin jugarlo.
Pero lo que paso hoy fue el colmo. Le estaba tomando los datos a un petiso. Sentado ahi nomas habia un gordo mugriento en musculosa y, hacia un costado, casi como el lado claro de la luna en un cielo oscuro y caotico, una mina. Una chica de verdad. Tendria 21, 22, era hermosa. Tenia puesta una remerita celeste, de esas que me calientan tanto, con la manga que apenas cubre el hombro. Se la habia comentado a Locatelli y el muy vil la habia bautizado "prepucio de hombro". El pelo era castaño natural, con un peinado principesco, y tenia una pollerita blanca como su piel que dejaba entrever un par de muslos carnosos, que casi me hacen eyacular. El petiso me hablaba pero yo ya ni escuchaba lo que me decia. Dijo que era una verguenza, que yo era un inepto, y yo le dije que se fuera a la mierda. Se levanto y se sento entre el gordo y la mina. Que hacia una reina en semejante nido de ratas? En ese deposito de lacra humana ciento por ciento? Lo iria a ver a Locatelli, a ese sub-hombre?. Me miro con cara de huerfana y me sonrio. Mi viejo corazon comenzo a galopar como en sus menos peores epocas. El petiso se levanto otra vez y empezo a mostrarme unos papeles. En ese momento un olor repugnante me invadio y colonizo enteramente, a tal punto de preferir la muerte. Era un rutilante, definitivo olor a pedo. Tremendo. Sin antecedentes. -Quien fue?!-, grite desesperado, -Quien fue el hijo de mil puta??!!-, y me abalanze sobre la ventana inexplicablemente pequeña. La mina se tapaba la naricita. Imagine que era el petiso y lo putee. Como podia producir tanta cantidad de olor un cuerpo tan pequeño?. Tambien podia ser el gordo, pero estaba un poco mas lejos, aunque en ese sorete de oficina lo que mas escaseaba era el aire. Menos mal que Locatelli lo llamo al petiso, porque estaba a punto de pisarlo. Me volvi a sentar con cara de yo nunca haria una cosa asi, un poco para impresionar a la mina, y lo hice pasar al gordo. Vino con una bolsa de El Emporio de la Zapatilla y mucho sudor. Aseguro llamarse Ibañez. Saco un manojo de impuestos y se puso a hablar. Encima de sus problemas glandulares, era un verdadero hablador. Bla, bla, bla decia y yo no entendia ni una palabra asi que le dije que no era grave, que el doctor lo iba a ayudar, y me puse a leer el diario. Entonces lo oli. Se ve que Ibañez se enojo y otra vez se tiro un pedo. Casi me caigo de la silla. Me tape con el diario, a ver si la tinta podia cubrirlo, pero no, era imposible. Era pura materia organica pudriendose, fermentando en la plenitud de mi nariz. No le dije nada porque tranquilamente me podia liquidar de una trompada. Sali al pasillo y vomite lo poco que tenia dentro. Por suerte no andaba Ledesma por ahi, si no me arrancaba el esofago. Baje a lo de Ernesto a refrescarme un poco, y ahora si estaba el viejo puto, escuchando Yira Yira y bailando con una pareja invisible. Entre, me limpie y sali. Ni se dio cuenta.
Habia sido terrible. Una vez, en un capitulo de Seinfeld, se preguntaban si uno podia morir por un mal olor. Estuve a punto de comprobarlo. Dos veces. Cuando volvi, ya se habia disipado. Estaba la mina sola. Cruzadita de piernas. Erguida, mirando al frente con los pechos en alto. Casi eyaculo. Camine hacia el escritorio haciendome el fachero, o sea yendo en contra de mi naturaleza. Me di vuelta y la mire de frente, sonriendo apenas, como un perfecto idiota. Tambien me miro, pero esta vez seria. Era realmente hermosa. Me acerque revisando unos papeles que habia dentro de una carpeta, simulando analizar algo importante. Eran tres hojas en blanco y dos volantes de una cerrajeria. Por fin una buena, pense, despues de tres inacabables meses.
-Que hace un angel como vos en esta sucursal del infierno?-, le pregunte con probable cara de nabo. Lanzo una risita emplumada que acaricio mi cascoteada alma.
-Vengo a ver al doctor- me dijo. Parecia haber onda. Tal vez las heridas de guerra que me habia propinado mi encuentro con Ledesma me daban cierto glamour, cierto aire hollywoodense. -Que calor, no?- tiro un buscapie.
A ver, una palabrita in de clase media alta de la pampa humeda -Mortal. Anoche casi ni duermo-mentira, mi sueño es antisismico.
-No, yo tampoco, di vueltas en la cama pero no hubo caso.
Yo no despegaba la vista del volante de la cerrajeria. -Y como dormis, en bombachita?-. "Abrimos cualquier tipo de cerradura"
-Noo, desnudita- "Su consulta no molesta"
-Y te gusta sudar mucho?- "Responsabilidad, experiencia"
-Si, papi-. "Urgencias las 24 hs."
Deje la carpeta sobre la mesa. Tire la carpeta sobre la mesa. Me acerque con la menor cara de violador serial posible. Me puse en cuclillas, a unos 20 cm de sus piernas. Ella reia muy sutilmente, hasta con dulzura. Y, como el caballero que soy, pregunte:
-Queres sable?-
Puso cara de bidet. -Dame-
Desplegue el felpudo inmediatamente. Estaba esplendoroso, soberbio, entusiasmado. Claro, no estabamos acostumbrados a ese tipo de, digamos, contingencias.
Apunte la manguera al medio del jardin. Ella la miraba sedienta. Flor de puta. Pero puta bien, fina. Cerre los ojos y empece a palpitar la regada. Le agradeci a Dios, pense que todo habia valido las penas. Respire hondo. No. Abri los ojos. No, no. Ese aroma. Una vez mas, sin filtros ni intermediaciones, habia sido penetrado por el gas mortifero, esta vez bien profundo, hasta ocupar por completo mis pulmones. Incluso diria que llego a hacer intercambio gaseoso y mi sangre se saturo de pedo. Quede inconsciente. Del resto no me acuerdo. Locatelli me dijo mas tarde que el estaba abofeteando a Ibañez cuando oyo un ruido sordo. Salio del apartado y ahi me vio, inmovil en el suelo, con los pantalones bajos y la mina soplandome la quena. Levanto la vista, se limpio con la mano y salio corriendo. Dice que al salir gritaba que ya habia tomado toda la leche, que estaba llenita. Yo no le crei. Por supuesto, no puso en duda mi continuidad en la oficina. Debo haberlo hecho mejor que otros. Mañana renuncio.