El mueble
Tengo en mi casa un adorable mueble de pino. Mas especificamente es un aparador, de moderadas dimensiones y de un marron oscuro comparable a la tierra. Tiene dos particularidades: una es que su fabricacion data de principios de siglo, y lo se porque es desde esa epoca que lo posee mi familia, y todos estos años fue pasando por distintas generaciones hasta que cayo en mis manos hace ya unas decadas. La otra, mas reciente, es que habla en forma constante. Nunca tuve noticias de un fenomeno semejante, o por lo menos las anecdotas familiares que he oido a lo largo de mi vida involucran todo tipo de circunstancias pero nunca una de esta indole.
El asunto es que desde hace algunos años dialoga conmigo habitualmente y de manera muy cordial, pero solo acerca de sus cuestiones, como por ejemplo la falta de goznes en sus cajones o lo bellas que son sus ornamentaciones en bronce y por que no se las limpio mas a menudo, etc (cabe mencionar lo orgulloso que es de si mismo aunque, en mayor o en menor medida, todos lo somos).
Mi actitud frente a esto es de una leve indiferencia, trato de no entablar conversaciones muy duraderas o amistosas, y suelo contestar a sus requerimientos solo con monosilabos porque, de estar yo algo desequilibrado, no quisiera acelerar su evolucion.
Tengo que reconocer, sin embargo, que en este tiempo me ha sido de una gran compañia, sobre todo cuando hace casi cinco años que mi esposa encontro la muerte y yo la angustia, inexorable, infinita.
Su utilidad es insoslayable. El muy atento me avisa siempre si contiene algun producto en descomposicion, alguna vajilla cuya probabilidad de romperse sea inminente, o lo que hay que comprar en el supermercado para cenar. Trabajo todo el dia, y al llegar me encuentro verdaderamente con un ama de llaves de madera, y con aroma a Blem (algunas veces, ya que no tengo ni tiempo ni voluntad de limpiar, y el lo sabe).
Desde que mi mueble aprendio a hablar algunas cosas han cambiado en mi hogar, pero por el momento no han traido repercusiones de importancia. Mi perro, por ejemplo, ha enloquecido por completo. Cada vez que el mueble le habla se lo queda mirando con los ojos abiertos y enormes, y a continuacion sale corriendo y se estampa contra la pared. Tambien es habitual que mi vecino me advierta de que cuando no estoy en mi departamento se oyen voces, y yo tengo que convencerlo de haber dejado encendido el televisor. -Pero mire que dicen su nombre y todo- me explica preocupado, y yo le digo que debe tratarse de un error, que suele pasar en las grandes ciudades con tanto ruido. He decidido no dar a conocer publicamente a mi mueble. Respeto su privacidad y unicidad, y juntos acordamos no hacerlo. Nuestras fisonomias son muy disimiles pero solemos coincidir en algunas cosas. Ademas, no nos molestamos demasiado, es mas, nos beneficiamos reciprocamente.
He investigado en numerosas oportunidades la superficie externa e interna de mi mueble de pino, pero no he podido encontra una abertura o una grieta de donde pudiera provenir el sonido de su voz, de sus palabras profundas. Tampoco logro concebir siquiera la naturaleza de sus sentidos, como puede ver, oir o sentir, aunque se que ve, oye y siente, especialmente cuando cierro con fuerza involuntaria alguna de sus puertas o cajones y grita como un condenado.
No conozco sus opiniones ni valoraciones. Incluso no tengo bien en claro si puede reflexionar acerca de otra cosa que no sea el mismo, su abundante brillo, su carente aspereza.
Pese a todo, puedo asegurar que no es feliz. Me ha confesado en mas de una oportunidad que el tambien tiene sus pesares, sus dolencias, que alguna vez fue un arbol frondoso en un bosque igual de frondoso, del cual se vio despojado muy joven y florido, habitado y dichoso. Dicha de la que a veces muchos seres carecemos, vivos o no.
El asunto es que desde hace algunos años dialoga conmigo habitualmente y de manera muy cordial, pero solo acerca de sus cuestiones, como por ejemplo la falta de goznes en sus cajones o lo bellas que son sus ornamentaciones en bronce y por que no se las limpio mas a menudo, etc (cabe mencionar lo orgulloso que es de si mismo aunque, en mayor o en menor medida, todos lo somos).
Mi actitud frente a esto es de una leve indiferencia, trato de no entablar conversaciones muy duraderas o amistosas, y suelo contestar a sus requerimientos solo con monosilabos porque, de estar yo algo desequilibrado, no quisiera acelerar su evolucion.
Tengo que reconocer, sin embargo, que en este tiempo me ha sido de una gran compañia, sobre todo cuando hace casi cinco años que mi esposa encontro la muerte y yo la angustia, inexorable, infinita.
Su utilidad es insoslayable. El muy atento me avisa siempre si contiene algun producto en descomposicion, alguna vajilla cuya probabilidad de romperse sea inminente, o lo que hay que comprar en el supermercado para cenar. Trabajo todo el dia, y al llegar me encuentro verdaderamente con un ama de llaves de madera, y con aroma a Blem (algunas veces, ya que no tengo ni tiempo ni voluntad de limpiar, y el lo sabe).
Desde que mi mueble aprendio a hablar algunas cosas han cambiado en mi hogar, pero por el momento no han traido repercusiones de importancia. Mi perro, por ejemplo, ha enloquecido por completo. Cada vez que el mueble le habla se lo queda mirando con los ojos abiertos y enormes, y a continuacion sale corriendo y se estampa contra la pared. Tambien es habitual que mi vecino me advierta de que cuando no estoy en mi departamento se oyen voces, y yo tengo que convencerlo de haber dejado encendido el televisor. -Pero mire que dicen su nombre y todo- me explica preocupado, y yo le digo que debe tratarse de un error, que suele pasar en las grandes ciudades con tanto ruido. He decidido no dar a conocer publicamente a mi mueble. Respeto su privacidad y unicidad, y juntos acordamos no hacerlo. Nuestras fisonomias son muy disimiles pero solemos coincidir en algunas cosas. Ademas, no nos molestamos demasiado, es mas, nos beneficiamos reciprocamente.
He investigado en numerosas oportunidades la superficie externa e interna de mi mueble de pino, pero no he podido encontra una abertura o una grieta de donde pudiera provenir el sonido de su voz, de sus palabras profundas. Tampoco logro concebir siquiera la naturaleza de sus sentidos, como puede ver, oir o sentir, aunque se que ve, oye y siente, especialmente cuando cierro con fuerza involuntaria alguna de sus puertas o cajones y grita como un condenado.
No conozco sus opiniones ni valoraciones. Incluso no tengo bien en claro si puede reflexionar acerca de otra cosa que no sea el mismo, su abundante brillo, su carente aspereza.
Pese a todo, puedo asegurar que no es feliz. Me ha confesado en mas de una oportunidad que el tambien tiene sus pesares, sus dolencias, que alguna vez fue un arbol frondoso en un bosque igual de frondoso, del cual se vio despojado muy joven y florido, habitado y dichoso. Dicha de la que a veces muchos seres carecemos, vivos o no.
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